Entrevista a Camila Sosa Villada


-FanziNNombre, número 16, año II, febrero de 2017-


“[En el teatro] supe que me había encontrado con una vocación...

Desde entonces permanezco en ese lugar, que es sagrado”


Actriz, dramaturga, directora, guionista, escritora y cantante. Con su obra Carnes tolendas, retrato escénico de un travesti (2009), atrajo la mirada y el reconocimiento del público y la crítica. También lo hizo con el largometraje Mía (2011) y con sus trabajos televisivos La viuda de Rafael (2012, miniserie) e Historia clínica (2013). Tras un intenso 2015 con dos obras teatrales, Los ríos del olvido y Despierta Corazón Dormido/Frida, y la publicación del libro de poemas La novia de Sandro, que ya lleva su segunda edición, presentó, en el 2016, Putx Madre, obra de su autoría que además dirige y actúa, donde se indaga sobre locura, el desamparo y la maternidad.

¿En qué momento y por qué elegiste el teatro?
Desde muy chica, actuaba en los actos escolares, hacía talleres, imitaba cantantes en los recreos. Pero supe que me había encontrado con una vocación cuando estrené Carnes Tolendas en el 2009 y que era un lugar en el que me sentía a salvo. Desde entonces permanezco en ese lugar, que es sagrado, y que es el de las personas que tienen la suerte de amar su trabajo como yo. Un privilegio de muy poquísimas personas.

¿Cuáles son las cosas que te movilizan para crear?
El pasado, mucho. Es una fuente inagotable. Imágenes que quedaron en mi cabeza de mis viejos, de mi infancia, de mi mirada puesta en determinadas cosas de mi familia. Las navidades, los festejos de cumpleaños, la violencia y el alcoholismo de mi papá, la lucha entre la indiferencia y el amor del matrimonio de mis viejos y luego los cuerpos, los cuerpos que veo y escucho cada día, los que vienen del amor, de los encuentros en la calle, escenas que veo en lugares y que me llaman la atención, pinturas, poemas que intento traducir en un lenguaje escénico…

Tenés un vínculo profundo con la poesía, ¿qué encontrás en ella como escritora y lectora del género?
Una herramienta de profunda belleza. Es una herramienta para cambiar el mundo, para cambiar percepciones erróneas y dañinas en las personas. Una herramienta para decir me gustás a alguien, te amo, te extraño, no te perdono, necesito esto como ser humano… es algo muy bello. Una poesía puede cambiarle la vida a alguien, decir justo lo que se necesitaba saber o conocer. Es una explicación amable de todo lo que no podemos comprender del todo. Y a la vez, si la poesía es buena, deja ese espacio de duda, en negro, ese espacio vacío que es tan saludable para nuestra cabeza, el espacio que no debe ser llenado con nada.

Tus trabajos Carnes tolendas y Mía ponen de manifiesto la cuestión de género. ¿Cómo viviste la repercusión y la devolución de la gente en ambos casos?
Me aburría muchísimo y todavía me aburre tener que explicar esas cosas. Tener que hablar sobre género, como si fuera necesario tener que explicar aún pulsiones que solo atañen a las personas que las sienten. Nosotras en Carnes Tolendas no hablábamos sobre género, hablábamos sobre la vida de una travesti, que es distinto. Nadie diría que se habla de género en la vida de Domingo Faustino Sarmiento, por ejemplo… a mí una parte de mi historia me involucraba con el tema, pero no podía obviarlo. La gente se aferró a esa obra de una manera que me abrumó y decidí no hacerla más, porque quería crecer y hablar de otras cosas, no soy solo travesti.

Tu trabajo con el cuerpo en escena es exigido, intenso, enormemente expresivo, ¿cómo manejás esa energía y el vínculo con el cuerpo antes, durante y después?
Como un deporte. Entreno muchísimo para estar en forma. Cuerpo y voz. Me gusta que la gente cuando ve mis obras, vea cosas que no puede hacer tan fácilmente. Una vez escuché a José Luis Arce, director y dramaturgo cordobés, que decía que el sudor de un actor es sagrado. Yo me lo tomé al pie de la letra y me gusta estar bañada en santidad.

¿Cuáles son tus nuevas búsquedas y proyectos?
Ahora estoy preparando una obra para estrenar en abril que se llama El Cabaret de la Difunta Correa, y dos libros que saldrán este año con dos editoriales muy queridas por mí. Por lo pronto, sigo junto a Agustín Albrieu Llinás cantando en un bar muy bonito de Córdoba que se llama Alta Gracia, donde nos damos el gusto de cantar un repertorio exquisito de baladas de jazz y algún que otro bolero… También preparamos un concierto solo con canciones de Sandro y así voy…

Imaginá una pregunta, la dejamos en blanco, ¿cuál sería la respuesta?
La pregunta en Blanco no la voy a hacer, pero sí diré la respuesta, que es: sí, estoy encajetada con el hombre más guapo que existe sobre la tierra, que no sabe que me gusta, que no sabe que lo pienso y que no sabe que lo deseo cada día, con una ternura muy cierta y un calor muy acorde a mis raíces afroamerindias.


Entrevista a Raúl Perrone


-FanziNNombre, número 15, año II, diciembre de 2016-

"Hago cine, creo, para no volverme loco”



Director y guionista de cine independiente. Ganador de múltiples premios, ha rodado numerosas películas con una estética minimalista y una impronta personalísima, alejado del circuito comercial y académico. Entre sus últimos trabajos se encuentran Cump4rsit4 (2016), presentada recientemente en el Festival de Cine de Mar del Plata, Hierba (2015), Favula (2014), P3ND3JO5 (2013) y Las pibas (2012), participante de la última edición de Asterisco Festival Internacional de Cine LGBTIQ, entre otras. En sus más de 20 largometrajes ha convocado a humoristas, actores y músicos como Capusotto en Zapada, una comedia beat (1998), Fabián Vena en Labios de churrasco (1994) e Ivan Noble en Peluca y Marisita (2001), entre otros. Dicta un Taller de Cine en la Municipalidad de Ituzaingó, al que cada año concurren decenas de estudiantes.

¿Por qué hacés cine?
Hago cine, creo, para no volverme loco, básicamente. Es una cuestión de poder llevar adelante mis pensamientos, mis sueños, las cosas que deseo, y tratar de llevar adelante todo aquello que pienso y plasmarlo para que quede.

¿Qué cine mirás como espectador?
Desgraciadamente no miro cine. Trato en lo posible de no mirar. Hace como dos años que no miro películas, que no voy a un cine. De hecho, vengo del Festival de Cine de Mar de Plata y no he visto ninguna película, fui a la presentación de la mía y me volví. Trato de no estar por ahí.

¿Cómo impacta en tu estética cinematográfica la autogestión y el ámbito independiente?
Es muy difícil. Parecería ser que no, parecería ser que hay películas que resultan para mí muy fáciles, pero es muy difícil. Lo que pasa es que tengo que pensar una manera de poderlo hacer muy austeramente, muy artesanalmente, y entonces trato, en lo posible, de llevar adelante con mínimas cosas todo aquello que pienso y que hago. A veces, hay cosas que son difíciles porque tienen una gran producción, y yo no dependo del Instituto ni de fundaciones ni de nada, yo autogestiono todas mis cosas con un pequeño grupo de gente.  

¿Cuándo tuviste la certeza de que hacer cine no tenía que ser obligatoriamente la forma “tradicional” de hacerlo (en tanto presupuestos, esperas, producción, etc.)?
Desde que empecé e hice mi primera película en Hi8 y la presenté en el Cine Lorca, que fue “Labios de churrasco”, en un VHS, cuando nadie creía en el video. O sea, hoy el cine digital es como “cool”, digamos, y de hecho fijate que el 99% de los festivales del mundo presentan en DCP, que es digital. Para mí, no es nada difícil, porque nunca laburé de otra manera que no fuera en video y digital.

¿Qué sentís que le falta al circuito de cine independiente argentino?
Salas. Salas que apoyen esas películas y que la gente se permita el tiempo de poder ir a verlas, para que puedan estar un tiempo y no vengan los tanques de afuera y borren tu película de una patada. Eso, muchos más espacios para que pueda haber mucho más cine de autor y que la gente concurra, porque únicamente va a los festivales. Con “Cump4rsit4”, por ejemplo, en el Festival de Mar del Plata, la sala explotó, había más de 400 personas y estoy seguro de que si la película se estrena, no va a ir tanta gente a verla, ¿entendés?

¿En qué estás trabajando ahora?
Estoy trabajando con dos películas al mismo tiempo, pero es muy difícil hablar de ellas en poco tiempo.

Entrevista a Hernán Dompé

-FanziNNombre, número 14, año II, noviembre de 2016-
 
“Estoy convencido de que a través del Arte se puede ampliar la idea de una 'vida espiritual'”

                                                                                               por Mariana Cerrillo y Leopo De Sarro


Escultor y artista plástico. Egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano y de la Pridiliano Pueyrredón, ha expuesto su obra en Argentina, EE.UU., Italia, Alemania, Francia y España. Fue reconocido con numerosos premios, entre los que se encuentran el Konex de Platino (1992). Su obra refleja una gran influencia del mundo precolombino, trabajando con  numerosas figuras simbólicas (totems, héroes, guerreros, comadres) y materiales ligados a elementos primarios (madera, piedra, metal, hueso). Sus esculturas combinan lo arcaico con formas contemporáneas y explora la relación entre el hombre y la naturaleza. Puede visitarse una retrospectiva de su obra en el Museo de Arte Tigre hasta abril del 2017.

¿Por qué elige la escultura como forma de creación?
Debo decir que no hubo elección, mi entorno familiar, desde niño, me hizo disfrutar de los trabajos en tres dimensiones. Nací en una casa donde mi tío abuelo tenía su herrería y mis juegos infantiles se desarrollaron allí, aprendí a hacer mis juguetes, carritos, espadas y esas cosas que implicaban manejar herramientas y materiales. Mi temprana vocación se acrecienta al entrar a la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, y, decididamente, mi atención sigue focalizada en la escultura. Fue una cosa muy natural, y a pesar de haber experimentado la pintura, el grabado, etc., nunca tuve dudas sobre mi vocación.

Hay un enorme trabajo con el detalle en cada obra, ¿cuándo considera que una obra está terminada?
Siempre consideré que lo primero que se advierte negativamente en cualquier obra son los detalles mal resueltos, el ojo  es un juez muy severo… no perdona, delata todo lo no resuelto.
La decisión de resolver cuándo se termina una obra es muy complicada en algunos casos; hay trabajos en los cuales la obra se terminó y no hay discusión (interna) respecto a ello, y hay otros en los que se presenta como un problema, cuando esto me sucede, dejo el trabajo por varios días, y  luego, con una mirada más despojada, con una nueva reflexión sobre él,  puedo tomar la opción  de seguir o no… pero no es una fórmula, también tiene que ver con la experiencia, y con el tipo de serie que esté desarrollando en esos momentos.





 Fotografías: Chima Limón


Dos de las temáticas de sus obras son los totems y los héroes, ¿qué valor adquieren para usted ambas representaciones simbólicas y por qué eligió trabajar con ellas?
En realidad, trabajo con más temas que esos, trabajo con barcos, con sitios rituales, con instrumentos de toda índole, armas, herramientas, con el tratar de darle forma a los rituales ancestrales de civilizaciones, etc. El porqué  tiene que ver con mi propia vida, con mis experiencias y con mi formación.
Trabajé ayudando en excavaciones arqueológicas, recorrí, y aún lo hago asiduamente, México, Perú, Guatemala, nuestro Norte, Amazonia. He tenido la suerte de tener profesores de la talla de Rodolfo Kush, y Abraham Haber, en esta dirección de lo simbólico.
Pienso que cuando en mi taller aparece una nueva obra es el resultado de esta mezcla de factores, y de muchos otros más.
En mi imaginario, los Totems representan desde la marcación de un sitio poderoso o ritual, hasta el elemento que tiende un camino espiritual entre los opuestos, por ejemplo: el camino de la unión entre lo bajo (la oscuridad), y lo alto (lo luminoso), lo bueno y lo malo, etc.

Entrevista a Mauricio Kartun


-FanziNNombre, número 13, año II, octubre de 2016-


El arte sigue siendo el lugar a través del cual
el hombre se puede pensar”

Por Leopo De Sarro y Mariana Cerrillo

                        foto: Sergio Parrella

Director, dramaturgo y docente. Creador de la Carrera de Dramaturgia de la Escuela de Arte Dramático de la Ciudad de Buenos Aires y docente universitario. Su obra, que entre adaptaciones y escrituras originales cuenta con más de 30 piezas, como Chau Misterix, Pericones, El partener y El niño Argentino, entre otras, ha sido multipremiada y reconocida por el público y la crítica. Terrenal lleva tres años en cartel y ha sido distinguida con los Premios ACE a la Mejor Obra Argentina y al Mejor Actor, y Trinidad Guevara al Mejor Autor, entre otros. Reconocido con el Profesorado Honoris Causa en 2014 por la UBA, ha formado a muchos de los más destacados creadores y teatristas argentinos contemporáneos. Dictó innumerables talleres y seminarios en Argentina, España y diversos países de Latinoamérica, y es una figura fundamental en el quehacer y el pensar del Teatro Argentino.

¿Qué te impulsa a hacer teatro?
Son muchas cosas. En principio tendría que ir desmontando energías, si vos me preguntás, yo diría: Tal vez, la principal sea la inercia, el propio seguir algo que está funcionando y que es parte placentera de su vida. Ahora, si yo voy para atrás y me pregunto cómo se creó esa inercia, atrás de eso uno podría pensar en la posibilidad convencional y social del oficio. Si uno tiene un oficio trabaja de eso, ese oficio de alguna manera te pone en un lugar de relación con todo el resto de la sociedad, es una función pero además te pagan por eso. Pero si yo voy más atrás todavía, inevitablemente todo lo que uno hace en la vida, además de tener necesidad tiene deseo. Si yo voy para atrás lo que me encuentro es la energía básica. La energía básica es el deseo comunicador. Todos los que tenemos una actividad artística, en realidad, tenemos lo mismo: tenemos una necesidad expresiva. Uno lo dice así y suena como algo convencional, como frase hecha, pero eso es algo absolutamente concreto, y manifiesto y sólido. Cuando uno descubre que a través del arte uno cobra una voz a través de la cual uno se entiende a uno mismo, entiende el mundo y se vincula con el otro a través de una manera masiva, ya no en la convención tradicional de “uno habla con alguien”, sino en la convención “uno habla con muchos”, aparece una energía humana ancestral que es justamente esta: la energía de la expresión, de la comunicación. Entonces, en ese orden, yo diría que detrás de todo, el deseo, que es comunicacional, luego necesidad, que es la profesión, y más acá, el propio fluir, el hecho de haber encontrado algo que se hace a sí mismo y que uno sabe cómo hacerlo y que entra en una especie de bola de nieve que de alguna manera crece sola.

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